... "Y la tierra es empinada. Se desgaja por todos lados en barrancas hondas,
de un fondo que se pierde tan lejano.
Dicen los de Luvina que de aquellas barrancas suben los sueños;
pero yo lo único que vi subir fue el viento, en tremolina,
como si allá abajo lo hubieran encañonado en tubos de carrizo.
Un viento que no deja crecer ni a las dulcamaras: esas plantitas tristes
que apenas si pueden vivir un poco untadas en la tierra,
agarradas con todas sus manos al despeñadero de los montes.
Sólo a veces, allí donde hay un poco de sombra, escondido entre las piedras,
florece el chicalote con sus amapolas blancas. Pero el chicalote pronto se marchita. Entonces uno lo oye rasguñando el aire con sus ramas espinosas,
haciendo un ruido como el de un cuchillo sobre una piedra de afilar".
(Fragmento de "Lluvina", de "El llano en llamas", Juan Rulfo.)
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