"En el jeroglífico había un ave, pero no se podía saber si volaba o estaba clavada
por un eje de luz en el cielo vacío.
Durante centenares de años leí inútilmente
la escritura.
Hacia el fin de mis días, cuando ya nadie podía creer
que nada hubiese
sido descifrado,
comprendí que el ave a su vez me leía
sin saber si en el roto jeroglífico
la figura volaba o estaba clavada por un eje de luz en el cielo vacío".
(De "Treinta y siete fragmentos", José Ángel Valente.)