Hace poco leí Antártida de Claire Keegan, una de las escritoras más destacadas de la narrativa irlandesa actual. Nació en 1968 en County Wicklow, Irlanda.
Su prosa me resultó fresca, profunda, simple. Tanto me gustó que conseguí su segundo volumen de cuentos, Recorre los campos azules, que publicó en castellano Eterna Cadencia.
Su sentido del humor, el ambiente rural en el que transcurren sus historias, el trazo preciso con que dibuja sus personajes, me recordaron el estilo de la canadiense Alice Munro, en particular el que maneja en su libro El progreso del amor.
No soy amiga de la crítica literaria. Por eso para esta entrada elegí una entrevista que a Claire Keegan de Gerardo Gambolini publicada en Perfil en marzo de 2009, que transcribo parcialmente y puede consultar completa aquí.
"—¿Cuándo y cómo comenzó a escribir?
—Empecé en 1994. Cuando terminé mis estudios en Estados Unidos, volví a Irlanda, al país con mayor tasa de desempleo de Europa. Escribí a 300 lugares y recibí 300 cartas de rechazo. Yo estaba viviendo con mi madre, en un pueblito de County Carlow. Una tarde, mientra ella miraba televisión, escuché desde mi cuarto sobre un concurso de cuentos que estaba anunciando, con un premio de mil libras. Como tenía una máquina de escribir que acababa de comprarme para tipear las cartas, decidí enviar un cuento. En ese sentido, podría decir que empecé a escribir por dinero".
¿Diría que la elección del cuento como género se debió a un concurso?
—Bueno, yo creo que el cuento me eligió a mí. Me parece que el cuento no tiene muchos escritores, y está buscando escritores. (...)
¿A qué escritores admiraba en aquel momento?
- William Trevor, Raymond Carver, Flannery O’Connor, Alice Munro, Alister MacLeod, Joyce...
—¿Tiene algún método o algún enfoque sistemático para escribir?
—No creo tener un enfoque sistemático. Creo que mi enfoque es cualquier cosa menos sistemático. Si quiero escribir una historia, necesito juntar ánimo para entrar en algo de lo que no sé absolutamente nada. Y después, explorar hasta encontrar algo que me permita arrancar. Es como cualquier otra tarea, lo más difícil es empezar... si uno se esfuerza en esa etapa, si explora y busca y sigue trabajando, dará con algo, descubrirá algo que le parece bien. Uno no sabe por qué le parece bien, y no debe cuestionarlo, sólo debe continuar con eso. En ese punto no se puede detener. Y entonces la tarea comienza a ganar intensidad y a transformarse en verdadero trabajo. Uno se siente atraído por algo, y sabe que allí hay algo, aunque no pueda explicar esa sensación: uno sabe que está ahí, sencillamente. Cuando yo era niña, había un hombre, el señor Hanley, que podía hallar agua. Iba con sus varillas de acero, y cuando pasaba sobre alguna corriente subterránea, las varillas simplemente se cruzaban en sus manos. Eso es lo que uno hace. Al principio, uno está todo el tiempo, la mayor parte del tiempo, recorriendo tierra en la que no se ve agua, y de pronto, en algún punto, si uno sigue caminando, las varillas se cruzan, y uno halla una historia.
(...)
- ¿Concordaría con aquello de que el arte de escribir reside en quitar cosas?
—Sí, sin duda. Philip Larkin dice: “¿Por qué la gente asocia agregar con aumentar? Para mí, agregar es diluir”. Eso es algo que me quedó muy grabado. Con frecuencia, cuando tengo el trabajo a medio terminar, me paso tiempo sacando muchas cosas que ya están listas, casi hasta el punto de deshacerlo.
Daniel Barenboim en el Obelisco, Buenos Aires
Concierto por la paz - Daniel Barenboim - Orquesta palestino-israelí. Obelisco, ciudad de Buenos Aires, Argentina. Sábado 21 de agosto, 2010.
El sábado 21 de agosto Daniel Barenboim se presentó en Buenos Aires con la Orquesta West-Eastern Divan.
Cincuenta mil personas se acercaron al Obelisco de la ciudad de Buenos Aires donde estaba montado el escenario para disfrutar del concierto integrado por dos piezas de Beethoven: la obertura Leonore III, y la Quinta sinfonía.
La West-Eastern Divan Orchestra (en español Orquesta del Diván de Oriente y Occidente, nombre inspirado en un libro de poemas de Goethe) fue creada por el músico Daniel Barenboim y el filósofo Edward Said en 1999 “para reunir, con espíritu de concordia, a jóvenes talentos musicales palestinos, árabes e israelíes, así como un foro para el diálogo y la reflexión sobre el problema palestino-israelí”.
“Este proyecto nació con el propósito de combinar el estudio y el desarrollo musical con compartir el conocimiento y la comprensión entre culturas que han sido tradicionalmente rivales. Sus primeras ediciones transcurrieron entre Weimar y Chicago hasta que, en 2002, se estableció definitivamente en Sevilla. Desde ese año también participan en la orquesta jóvenes músicos españoles”.
“En 2004 se creó la Fundación Barenboim-Said, con sede en Sevilla y financiada por la Junta de Andalucía, con el propósito de desarrollar diversos proyectos educativos a través de la música basados en los principios de convivencia y diálogo promulgados por Said y Barenboim. Así, la Fundación Barenboim-Said no sólo gestiona la Orquesta West-Eastern Divan, sino otros proyectos como la Academia de estudios Orquestales en Sevilla, el Proyecto de Educación Musical en Oriente Medio y el Proyecto de Educación Musical Infantil en Sevilla”. (Fuente: wikipedia).
Cincuenta mil personas escucharon en Buenos Aires durante una hora los acordes de este diálogo. Otros miles lo siguieron desde sus casas por alguno de los tres canales de televisión que trasmitieron en directo.
Cualquier posible rédito político de los organizadores quedará en el olvido. Como la incomodidad ó la efímera discusión para obtener una mejor ubicación cerca del escenario o de las pantallas gigantes desde donde se podía ver a los músicos. En la memoria, el espíritu con el que Barenboim y Said idearon la propuesta. En la memoria, la música, al alcance de quien quisiera.