Suena lo que ellos mismos llaman una "cierta fusión con música étnica, jazz-rock y música de cámara que puede inscribirse en la World Music". “Algo con identidad propia”, que compone Gato. Aunque, para él, “la música no se explica”.
Están en la vereda del paredón del cementerio de la Recoleta que da a la calle Junín. Llaman la atención. Un par de extranjeros se detienen. Vienen de Israel. Uno le dice al otro: “Sounds nice”.
Se suma gente. Alguno de los que ha estado escuchando tiene que seguir su camino. Deposita su gratificación en la valija abierta de Aqualáctica. Un hombre, de lo más formal, compra un CD.
Marina es de California. Está allí con otros. Todos beben cerveza que acompañan con galletitas mientras hojean revistas culturales. Una argentina oficia de traductora. También están Gea, de Estonia y Diego, de San Francisco. Gea dice que Aqualáctica suena “like clásico con un twist popular”.
Hay un ir y venir de gente. Tres jóvenes, con instrumentos de percusión al hombro caminan en dirección a la zona de los puestos, los bares y la plaza. Otros regresan. Han guardado sus clavas y sus malabares en la mochila hasta la próxima función. Sopla el viento. Se siente algo de frío. Una mujer arropa a su perro chiguagua con una toalla rosa.
El público aplaude. Es el tipo de música que apenas circula por la radio y las bateas.
El puente de los ancestros
Al terminar el show, Gato se sienta a charlar. “Estamos preparando un nuevo CD con cinco o seis temas en el mismo estilo que el primero, con algunas novedades tímbricas”, cuenta el creador de la banda, mientras se encienden los faroles que adornan la empalizada.
Habla pausadamente. Disfruta de lo que hace y sabe compartirlo. “El grupo se formó a fines de 2005. Tocamos en bares, ferias al aire libre, fiestas”.
Gato apunta que empezó a tocar el violín a los ocho años. “Pertenezco a la tercera generación de una familia de músicos. Se entusiasma. Entonces, trae a la memoria: “En mi casa se tocaba el oboe, el clarín, el saxo, el corno inglés, la mandolina y el contrabajo ... Mamá tocaba el arpa. Mis abuelas eran actrices y chelistas”.
Después va acercando la historia en el tiempo: “Trabajé con Carlos Scheurenberg, luthier, quien vive actualmente en Suiza”. “Con él aprendí a construir y restaurar violines”, refiere.
El anillo del tiempo
“Empecé componiendo música autobiográfica. Era mi manera de manifestar mi psique, mis estados de ánimo, la infancia de mis hijos”, recuerda. Hay cierta añoranza en su voz: “Vivíamos en El Bolsón. Yo daba clases de violín. Comíamos sopa y arroz y calabazas que cosechábamos en el techo”.
Gato ha dicho que la música no se explica. Pero todo parece tener su razón de ser. Sus hijos. Habla de sus nombres. El de Risco porque nació en un lugar en el que había una piedra grande a la entrada de un bosque; el del chelista, Nagual, viene de los libros de Carlos Castaneda. El mellizo de Nagual es Jaspe. Se llama así “por un mago de Terramar y por las vetas de sus ojos” –detalla.
También habla de Mizar. “Su nombre se lo debe a una estrella”. Aunque no forma parte del cuarteto, no es ajeno al mundo de la música y las artes: es luthier, escultor y pintor. Toca el saxo y la guitarra y canta.
Otros espacios
Además de componer, Gato Urbanski incursionó en otras búsquedas, como la de un sonido más puro. “Empecé a hacer instrumentos para mis hijos que me fueron guiando, incluso en la formas. Que se parezca más a un barco, a un avión - decían”.
Y explica: “Los violines acústicos son maravillosos pero los eléctricos parecen un juguete. Me aboqué a su construcción porque quería un instrumento que no fuera básico como los de fábrica, sino algo más conceptual”, apunta.
En la construcción de “instrumentos de cuerda y guitarras íntegramente de madera bajo los conceptos tradicionales de luthería”, lo acompaña hasta hoy Fernando Scherer, a través UrbanStrings.
Y agrega: “El último regalo es el sistema de amplificación, único en su segmento, disponible para la venta que se usa en instrumentos de cuerda y guitarras., Trabajamos por encargo para gente del país y de afuera. “Hemos hechos instrumentos para La Vela Puerca, Peteco Carabajal, Leonardo Súarez Paz, entre otros”.
El augurio
La tapa del primer CD la hizo Juan Cristóbal Koreaus, músico y pintor, minauturista. “La de este segundo va a ser otra miniatura, un óleo”, dice Gato.
Diego Ortiz Mugica , fotógrafo, a quien Aqualáctica acompañó en una muestra en Palermo Soho en 2009, va a hacer la fotografía del nuevo CD”.
Sobre el final de la charla, comenta: “Trabajamos en la Recoleta y en la calle Florida. Si logramos el permiso vamos a tocar en el Rosedal. Si no, haremos un piquete musical.” “Preferimos depender del tiempo y no de otras burocracias”.
Oscurece. “Afinen, afinen”, indica Gato. Son casi las ocho. Otra función está por comenzar.