Hondura y pájaro

        "Las voces tienen legua
         Apartadas estancias miden las grandes tierras                                                                     y los últimos cielos,          
          y rumores de hacienda confirman lo apacible,
       y un aire encariñado, de lejos, vuelve al trébol”.

Fragmento de “Luz de provincia”,
del libro "Conocimiento de la noche"
Carlos Mastronardi.

Silencio y río


"La hierba amarillenta, el puente roto,
y la canoa quieta en el remanso,… 
mariposas y sol,
 silencio y río, 
en la senda con sombra de manzanos."
Fragmento de "La senda de los manzanos",
Enrique Banchs.

Esa resplandescencia

El melón

“Los melones siempre nos parecieron, por una especie de negación, la fruta de la sequía. Después de caminar por los valles parcelados o por la agrietada tierra de las planicies polvosas, llegamos a donde había melones y los comimos como quien extrae agua de un pozo en un oasis. Eran improbables, nos reconfortaban, pero de hecho no saciaban nuestra sed. Aun antes de abrirlos, los melones olían a un agua dulzona y encerrada. Su aroma pesado no tiene filos. Para saciar la sed uno necesita algo agudo. (Los limones son mejores.)

Cuando son pequeños y verdes, unos melones pueden sugerir juventud. Pero rápidamente la fruta se torna algo sin edad—como una madre para su hijo. Las imperfecciones de su piel—y siempre hay algunas—son como lunares o como marcas de nacimiento. No son el signo de la maduración como las rugosidades de otras frutas. Confirman simplemente que este melón es único y que siempre será él mismo.
Para alguien que nunca ha comido uno, su exterior no da idea alguna de lo que se puede hallar adentro: ese naranja flagrante, nunca visto hasta el momento de abrirlo, que tiende hacia el verde. Las abundantes semillas que yacen en el hueco central son del color de flamas pálidas, pero húmedas, y su espaciamiento y su conglomeración desafían cualquier sentido del orden. Y por todas partes esa resplandescencia.
El sabor de un melón conlleva oscuridad y luz de sol. Así, milagrosamente, une estos opuestos que no podrían existir juntos de otra forma”.

                                                                         Fragmento de “Aquí nos vemos”, de John Berger. 

Como una brisa profunda


"El silencio, por cierto, era de una trama tan efímera, tan huidiza
como el día del agua, como la celestia del agua, como la lunación del agua". Juan L. Ortiz.

A la intemperie


A LA CASA EN VENTA

                          de Esther de Izaguirre

Te vendimos.
Como se vende un pan.
Como a una esclava en un mercado antiguo.
Y hubo algún vendedor
con barbas de saber bien lo que hacía:
señalaba la blancura de tus muros,
manoseaba tus árboles perplejos.
Pude tasar la infancia de mis hijos,
las lluvias y las siestas de veinte años,
las caricias de Negro, de aquel perro
que se quedó dormido entre mis brazos.
Y cómo pude ver que, terminada
la ceremonia oscura de la entrega,
otra cara, otra voz, otra mirada
hacia un no sé y un nunca te llevaba
entre el rumor creciente de la feria.
Yo debí pasar hambre hasta quedarme
con todo el corazón a la intemperie,
antes que ver hollados los recuerdos
por pisadas ajenas.
Hoy buscaré un mercado, uno cualquiera,
para vender mis culpas.
Y mi pena.

Ese liviano pájaro de luz



“Buscamos
cada noche
con esfuerzo
entre tierras pesadas y asfixiantes
ese liviano pájaro de luz
que arde y se nos escapa
en un gemido”.


Idea Vilariño (Poeta uruguaya, 1920- 2009)

Probar la sal de la tierra



"Inventamos utopías para el futuro. Hoy tenemos la tendencia a idealizar el pasado. 

Los ladridos en medio de la noche eran casi siempre ignorados. A casi nadie le importaban. Aguantar. Resistir. Esquivar la desesperanza. Devolver el golpe. 

Creer en la virtud a pesar de todo. Probar la sal de la tierra. Y convencerse de que el sistema actual no puede durar. No puede. No fue siempre así".

Fragmento entrevista a John Berger, ABC Cultural