Como un salmo, la luz
"Para moversse en el revés de la sombra,
repite, como una letanía,
el canto de la creación"
(Victoria Olleros, Nunca la oscuridad.)
Como entre lágrimas al través de los claros flecos del agua
..." La tierra estaba seca como una piel, áspera, seca hasta en el extremo de las raíces, ya como huesos; se sentía flotar sobre ella una fiebre de sed, un jadeo, que torturaba los hombres.
Las nubes oscuras como sombras de árbol se habían ido, se habían perdido tras de los últimos cerros más altos, se habían ido como el sueño, como el reposo. El día era ardiente. La noche era ardiente, encendida de luces fijas y metálicas.
En los cerros y los valles pelados, llenos de grietas como bocas, los hombres se consumían torpes, obsesionados por el fantasma pulido del agua, mirando señales, escudriñando anuncios...
(...) Bajo sus pies descalzos crujían las hojas vidriosas. Miraba a ambos lados las largas hileras del maizal amarillas y tostadas, los escasos árboles desnudos y en lo alto de la colina, verde profundo, un cactus vertical. A ratos deteníase, tomaba en la mano una vaina de frejol reseca y triturábala con lentitud haciendo saltar por entre los dedos los granos rugosos y malogrados.
A medida que subía el sol, la sensación y el color de aridez eran mayores. No se veía nube en el cielo de un azul llama. (...)
Todo lo que se dominaba del paisaje, desde la colina, era una sola variedad de amarillo sediento sobre valles estrechos y cerros calvos, en cuyo flanco una mancha de polvo calcáreo señalaba el camino.
No se observaba ningún movimiento de vida, el viento quieto, la luz fulgurante. Apenas la sombra si se iba empequeñeciendo.
Parecía aguardarse un incendio.
(...) El aire estaba espeso e irrespirable, el sudor le corría copioso y él giraba y corría siempre aguijoneado por la angustia.
... Era agonía. Era sed. Un olor de surco recién removido flotaba ahora a ras de tierra, olor de hoja tierna triturada.
(...) Una gruesa gota fresca estalló sobre su frente sudorosa. Alzó la cara y otra le cayó sobre los labios partidos, y otras en las manos terrosas.
... Y otras frías en el pecho grasiento de sudor, y otras en los ojos turbios, que se empañaron...
Ya el contacto fresco le acariciaba toda la piel, le adhería las ropas, le corría por los miembros lasos.
Un gran ruido compacto se alzaba de toda la hojarasca y ahogaba su voz. Olía profundamente a raíz, a lombriz de tierra, a semilla germinada, a ese olor ensordecedor de la lluvia.
Ya no reconocía su propia voz, vuelta en el eco redondo de las gotas. Su boca callaba como saciada y parecía dormir marchando lentamente, apretado en la lluvia, calado en ella, acunado por su resonar profundo y basto".(...)
(Fragmento de "La lluvia", Arturo Uslar Pietri.)
Las nubes oscuras como sombras de árbol se habían ido, se habían perdido tras de los últimos cerros más altos, se habían ido como el sueño, como el reposo. El día era ardiente. La noche era ardiente, encendida de luces fijas y metálicas.
En los cerros y los valles pelados, llenos de grietas como bocas, los hombres se consumían torpes, obsesionados por el fantasma pulido del agua, mirando señales, escudriñando anuncios...
(...) Bajo sus pies descalzos crujían las hojas vidriosas. Miraba a ambos lados las largas hileras del maizal amarillas y tostadas, los escasos árboles desnudos y en lo alto de la colina, verde profundo, un cactus vertical. A ratos deteníase, tomaba en la mano una vaina de frejol reseca y triturábala con lentitud haciendo saltar por entre los dedos los granos rugosos y malogrados.
A medida que subía el sol, la sensación y el color de aridez eran mayores. No se veía nube en el cielo de un azul llama. (...)
Todo lo que se dominaba del paisaje, desde la colina, era una sola variedad de amarillo sediento sobre valles estrechos y cerros calvos, en cuyo flanco una mancha de polvo calcáreo señalaba el camino.
No se observaba ningún movimiento de vida, el viento quieto, la luz fulgurante. Apenas la sombra si se iba empequeñeciendo.
Parecía aguardarse un incendio.
(...) El aire estaba espeso e irrespirable, el sudor le corría copioso y él giraba y corría siempre aguijoneado por la angustia.
... Era agonía. Era sed. Un olor de surco recién removido flotaba ahora a ras de tierra, olor de hoja tierna triturada.
(...) Una gruesa gota fresca estalló sobre su frente sudorosa. Alzó la cara y otra le cayó sobre los labios partidos, y otras en las manos terrosas.
... Y otras frías en el pecho grasiento de sudor, y otras en los ojos turbios, que se empañaron...
Ya el contacto fresco le acariciaba toda la piel, le adhería las ropas, le corría por los miembros lasos.
Un gran ruido compacto se alzaba de toda la hojarasca y ahogaba su voz. Olía profundamente a raíz, a lombriz de tierra, a semilla germinada, a ese olor ensordecedor de la lluvia.
Ya no reconocía su propia voz, vuelta en el eco redondo de las gotas. Su boca callaba como saciada y parecía dormir marchando lentamente, apretado en la lluvia, calado en ella, acunado por su resonar profundo y basto".(...)
(Fragmento de "La lluvia", Arturo Uslar Pietri.)
Simpleza que no hace falta explicar
"la luna tiene un caso con el sol. Yo no sé bien pero la vieja Jashi sabe. La luna se muere y la gente tiene que hacerla vivir de nuevo”
(Fragmento de Shunko, Jorge W. Abalos, 1949).
(Fragmento de Shunko, Jorge W. Abalos, 1949).
El hablador
"Las oyentes seguían, inmóviles, silenciosas, asintiendo, lo más, de vez en cuando, con un leve movimiento de cabeza, como si cada quien escuchara la versión nueva de la historia del mundo, como si compararan ésta con la suya propia.".
(Fragmento de "El cantar del profeta y el bandido",
Héctor Tizón).
El río metido adentro
"El viento sopló desde el río. Aquella brisa húmeda y furtiva,
semejante al roce de una sombra"
(Fragmento de "Sudeste", Haroldo Conti.)
Dos tiempos y dos luces
"Entraron de lleno al invierno.Y fue como si atravesaran un largo
y desolado valle sumido en las penumbras".
("Sudeste", Haroldo Conti").