"Las siestas del verano duran muchísimos años. Una extensión de tiempo para la cual aún, como para tantas cosas, no se ha inventado un nombre. ¿Es un mar la siesta?, ¿Es un desierto? Tal vez las dos cosas, un mar subterráneo que por debajo de las dunas se encrespa y se atormenta por no poder mostrar su fuerza a la luz del sol, allá arriba, donde nada se mueve, no hay un soplo de viento que agite la arena, ni una abeja que ronde ninguna flor, porque la vegetación de la siesta, del desierto está siempre sola, siempre a la espera del agua que no llega.
En esa vida tranquila y suspendida donde solo había dos destinos posibles, la lectura o el sueño, yo elegí la lectura. Y conocí el amor al riesgo, un amor que me desprendería para siempre de mi tierra natal. Es que son peligrosos los libros que se leen bajo la sombra hechizada de la siesta, multiplican su encanto, su capacidad de arrastrarte a otra vida. A una vida donde las cosas que se han deseado mucho, fatalmente suceden".
Claudia Masin, "El calor del mundo".
El origen de las historias
..."las novelas,
como los sueños, nacen de un territorio profundo y movedizo que está más allá
de las palabras. Y en ese mundo saturnal y subterráneo reina la fantasía.
Regresamos así a
la imaginación. A esa loca, a ratos fascinante y a ratos furiosa que habita en
el altillo. Ser novelista es convivir felizmente con la loca de arriba.
Es no tener miedo
de visitar todos los mundos posibles y algunos imposibles.
“Tengo otra
teoría (tengo muchas: un resultado de la frenética laboriosidad de mi razón),
según la cual los narradores somos seres más disociados o tal vez más
conscientes de la disociación que los demás.Esto es, sabemos
que dentro de nosotros somos muchos. Hay profesiones que se avienen mejor que
otras a este tipo de carácter, como, por ejemplo, ser actor o actriz. O ser
espía.
Pero para mí no
hay nada comparable con ser novelista, porque te permite no sólo vivir otras
vidas, sino además inventártelas. «A veces tengo la impresión de que surjo de
lo que he escrito como una serpiente surge de su piel», dice Vila-Matas en El
viaje vertical”.
Fragmento de "La loca de la casa", Rosa Montero.