Amanece, se imaginan los sueños



XIV

Tú conoces la casa, el pequeño jardín: paredes altas, estrechas, y allí arriba el cielo. La noche permanece todavía sobre la tierra y hay una claridad amenazante, diáfana, encima. La luz penetra a los árboles dormidos (hay que ver la isla de los árboles dormidos en la ciudad dormida y quieta). Se imaginan los sueños, se aprende todo. Todo está quieto, quieto el río, quieto el corazón de los hombres. Los hombres sueñan.
Amanece sobre la tierra, entre los árboles, una luz silenciosa, profunda.
Me amaneces, dentro del corazón, calladamente.

(Poema XIV, de "Doña Luz",  de "Maltiempo", Jaime Sabines, 1972).

Mirar el río hecho de tiempo y agua

                                                       

Como si se moviesen las islas


 "El viento ondulaba la superficie del río y, por encima del río, aquel inconstante mar verde en medio del cual se afanaba. Oía el silbido enroscándose en torno suyo, como una serpiente. Y luego las palpitaciones de aquella enorme soledad. El se movía transportando ese mundo, donde quiera que fuese.
El viento había ajado sus manos y sus manos, de piel tensa y curtida. La lejanía vació sus ojos y la soledad lo tornó astraído y mustio."


El zumbido de los aviones crece y decrece sobre su cabeza de un extremo a otro del cielo.Y después el silencio. (...) Un pájaro oscuro remonta el vuelo con un chillido desolado. (... ) Más cerca está el roce constante del junco y el barro que gorgotea debajo de  sus pies".
(...) De manera que no había más que cargar el bote; el farol, la manta, el Primus, los aparejos y Olimpio, salir al medio del río y esperar. Las cosas llegaban solas

Fragmento de "Sudeste", Haroldo Conti.

Un árbol en verano es casi un pájaro



... " A propósito de la noche, los pájaros y el verano. Recuerda, por ejemplo, a propósito de  los pájaros, el primero de ellos que se posó sobre la primera rama, que ha quedado allá abajo pero entonces era el punto más alto, ya casi no da hojas y es tan gruesa como un pequeño árbol. En aquel tiempo era su parte más viva y sintió el pájaro sobre su piel, un agitado montoncito de plumas. Descansó un rato y luego reemprendió el vuelo. 



Recién dos veranos después, cuando divisó la primera casa de un hombre y detrás de ella la relampagueante línea del ferrocarril, una montera armó un nido en la horqueta de la última rama.  
Cortó y anudó ramitas pacientemente y así el álamo se convirtió en una casa, supo lo que era ser una casa, el alma que tiene una casa, como antes supo del camino y del alma del camino, ese ancho árbol florecido de sueños. El nido se columpiaba al extremo de la rama y él, aunque gustaba del loco viento de la tarde, procuraba no agitarse mucho por ese lado, le dio todo el cobijo que pudo, echó para allí más hojas que otras veces.
Al final del verano los pichones saltaron del nido y los sintió desplazarse temblorosos sobre la rama con sus delgadas patitas, tomar impulso una y otra vez y por fin lanzarse y caer en el aire como una hoja. Un árbol en verano es casi un pájaro. Se recubre de crocantes plumas que agita con el viento y sube, con sólo desearlo, desde el fondo de la tierra hasta la punta más alta, salta de una rama a otra todo pajarito, ave de madera en su verde jaula de fronda".



(Fragmento de "Verano", de "Balada del álamo carolina", Haroldo Conti.)