La noche de los estudiantes - México - Octubre del 68
"Son muchos. Vienen a pie, vienen riendo. Bajaron por Melchor Ocampo, la Reforma, Juárez, Cinco de Mayo, muchachos y muchachas estudiantes que van del brazo en la manifestación con la misma alegría con que hace apenas unos días iban a la feria; jóvenes despreocupados que no saben que mañana, dentro de dos días, dentro de cuatro estarán allí hinchándose bajo la lluvia, después de una feria en donde el centro del tiro al blanco lo serán ellos, niños-blanco, niños que todo lo maravillan, niños para quienes todos los días son día-de-fiesta, hasta que el dueño de la barraca del tiro al blanco les dijo que se formaran así el uno junto al otro como la tira de pollitos plateados que avanza en los juegos, click, click, click y pasa a la altura de los ojos, ¡Apunten, fuego!, y se doblan para atrás rozando la cortina de satín rojo.
El dueño de la barraca les dio los fusiles a los cuicos, a los del ejército, y les ordenó que di .spararan, que dieran en el blanco, y allí estaban los monitos plateados con el azoro en los ojos, boquiabiertos ante el cañón de los fusiles. ¡Fuego! El relámpago verde de una luz de bengala. ¡Fuego! Cayeron pero ya no se levantaban de golpe impulsados por un resorte para que los volvieran a tirar al turno siguiente; la mecánica de la feria era otra; los resortes no eran de alambre sino de sangre; una sangre lenta y espesa que se encharcaba, sangre joven pisoteada en este reventar de vidas por toda la Plaza de las Tres Culturas."
(Fragmento de "La noche de Tlatelolco" de Elena Poniatowska.)
Gotas
"Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.
Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós".
("Aplastamiento de las gotas" Julio Cortázar.)
Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós".
("Aplastamiento de las gotas" Julio Cortázar.)
Agua y madera
"La madera cruje en la noche, la casa emite sonidos en la oscuridad, todos los seres que la habitan mantienen entre susurros una conversación.
Agua y madera en danza mecen las cosas de la superficie. Ir y venir, vaivén. Hay tanto para aprender de la biología del mundo".
("Delta", Fedra Spinelli (poeta y periodista argentina- 1970).
Las casas sueñan que son barcos cuando hay viento ... (Silvina Ocampo)
“De noche no sólo navegan los barcos, sino las casas. Los crujidos de las maderas anuncian buen tiempo o mal tiempo. Y si no nos dormimos, hasta podemos marearnos.”
("Ejécitos de la oscuridad", Silvina Ocampo.)
Camino de silencio y sombra
Cuando los trenes unían los pueblos
Presentíamos
su llegada por un leve temblor, imperceptible para el que no tenía ese hábito,
seguramente. Entonces yo salía hasta las
vías y apoyaba un oído sobre un riel.
Allí
lo confirmaba y regresaba corriendo a mi casa, dando alaridos de alegría;
enseguida me subía a la tapia y recién al cabo de un tiempo asomaba el humo
oscuro en el cielo, para aparecer luego la negra figura de la locomotora.
Después pasaba el tren,
haciendo sonar estridentemente el pito de la máquina. Yo saludaba estirando los
brazos y gritando. Al cabo, cuando el tren se había perdido nuevamente en la
curva, nuestra casa cesaba de vibrar.
Creo
que todo lo aprendí al lado de las vías ferroviarias: a espera, la alegría
eufórica, la impaciencia. Amaba a esa gente que pasaba a mi lado mirando a
través de las ventanillas y a las que yo saludaba feliz. A esa gente que todas las semanas de todos
los meses del año, iba y volvía y me miraba a través de las ventanillas.
También me gustaba esperar los trenes desde el río; y desde allí, debajo del puente de hierro, estirado de espaldas sobre la arena, aterrorizado, lo miraba pasar encima de mí, observaba esas entrañas de monstruo, a toda velocidad, despidiendo ascuas y ceniza. Después quedaba el cielo, arriba, oscuro, encerrado entre los gruesos barrotes de los durmientes del puente.
También me gustaba esperar los trenes desde el río; y desde allí, debajo del puente de hierro, estirado de espaldas sobre la arena, aterrorizado, lo miraba pasar encima de mí, observaba esas entrañas de monstruo, a toda velocidad, despidiendo ascuas y ceniza.
Al rato, solamente el murmullo del río y el canto de algunos chalchaleros entre los árboles de la ribera”.
(Fragmento de “A un costado de los rieles”, Héctor Tizón.)
Viento
"Trae el viento la sed de todos estos años
... . Ruge el viento, arma remolinos en la tierra.".
("El viento que arrasa", Selva Almada.)
Temperatura exacta
"El habla y el silencio enhebran formas,
entrelazados, perfilan un tapiz
con realces y declives,
temperaturas, marcas y secretos".
(fragmento de "Nombres y reflejos", Clay Donovan.)