Puedo juntarlo con las manos y admirar
el mundo en sus cristales rotos.
O juntar las manos como quien reza.
No juntar más que mis manos.
Apuntar con los dedos a mi pecho
disparando sin darme muerte.
Tan sólo acomodarlas allí
como a dos palomas débiles y frías
después de una vida de lluvia".
("Disparo" del libro "Todo ajeno", Natalia Litvinova)