"Me tendiste esa hoja verde y la puse en mi mejilla como una manita del árbol.
Desde entonces, antes de leer un libro tuyo,
lo lleno de hojas de árboles
para hermanarlas con las que están adentro
para hermanarlas con las que están adentro
y busco que se entienda los castaños de savia con los escritos,
la nervaduras del fresno con las del poema, los pinos y los sauces,
la delgadez del eucalipto que como una espada parte en dos la escritura.
Y en cualquier página en que abra yo el libro, en la 26 o en la 63,
siempre viene un árbol a mi encuentro convirtiendo tus poemas en
“calzadas submarinas de luz verde”.
(Fragmento de "Octavio Paz. Las palabras del árbol", de Elena Poniatowska.)