"El me miraba. Quería explicarle que no estaba enojada, más bien triste.
Como el agua intacta en su plato de sed. Como el dobladillo de la cortina.
Estaba triste,
como el peso de su espalda, vencida.
Envolví a Knox en una de sus mantas
No dije nada.
Sus ojos negros se habían cerrado con el esfuerzo de su respiración final.blancas
y lo cargué en una caja de madera hasta el fondo del jardín para que estuviera cerca de las hortensias,
las mismas que le gustaban a mamá".
(Victoria Olleros, Respiración, 2007.)