Regresamos así a
la imaginación. A esa loca, a ratos fascinante y a ratos furiosa que habita en
el altillo. Ser novelista es convivir felizmente con la loca de arriba.
Es no tener miedo
de visitar todos los mundos posibles y algunos imposibles.
“Tengo otra
teoría (tengo muchas: un resultado de la frenética laboriosidad de mi razón),
según la cual los narradores somos seres más disociados o tal vez más
conscientes de la disociación que los demás.Esto es, sabemos
que dentro de nosotros somos muchos. Hay profesiones que se avienen mejor que
otras a este tipo de carácter, como, por ejemplo, ser actor o actriz. O ser
espía.
Fragmento de "La loca de la casa", Rosa Montero.
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