Hay
días en que nombrar no basta
descalzo,
salí a sentir la tierra
las
hojas
la
madrugada fría.
Bajo
un árbol inclinado bajo el peso
de
tantos vientos
(hueco
y reseco
de
retorcerse en sus ramas)
me
supe vivo:
temblé la escarcha, el misterio, el vacío
y no pude sino caer, abrazar
el tronco
y llorar tanta belleza mezclando mi sal
con la tierra desnuda.
Al
caer la tarde
la
postrera, callaremos las palabras
con
las que enhebramos
los
pedazos de la vida.
Cuando
llegue la noche
y se
nos devuelva el silencio
oiremos
al fin el latido.
Hugo Mujica, Tierra desnuda.
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