"Ningún otro objeto en la casa, ni siquiera nosotros mismos, nos resultaba tan importante como el pañuelo. Podía utilizarse para una infinidad de cosas: resfriados, cuando la nariz sangraba o había alguna herida en la mano, el codo o la rodilla, cuando uno lloraba o lo mordía para reprimir el llanto.
Un pañuelo frío y húmedo en la frente aliviaba el dolor de cabeza. Con cuatro nudos en las esquinas servía para protegerse del sol o de la lluvia.
Para cargar bolsas pesadas se envolvía en él la mano.
Si ondeaba era una señal de despedida cuando el tren salía de la estación.
(Herta Müler, fragmento de su Discurso Premio Nobel de Literatura 2009.)