"La ciudad te crece del silencio
robándole palomas al insomnio,
arrancando violetas de tu risa,
blandiendo, toba triste,
todas las banderas de tu ausencia.
Un pasado de luces quebradas,
de guerras y galaxias desangradas
te late lento en el recuerdo.
Agitan los árboles su memoria,
los esteros se duermen evocando
tu desnudo peregrinar sin pausas.
Criatura destrenzada en el olvido,
aborígen desolado
de un remoto tiempo dislocado,
me quema tu piel de fuego
en esta aurora terrible,
prieta de nostalgias.
Yo sé que callado y solo
tejiste,
con el viento y con las nubes,
un mágico poema de esperanza.
Sé de tu llanto amordazado,
del ideal que te ahoga demorando,
del país de tus sueños vírgenes
hecho ceniza de los destinos.
De tu mutación en sombra
doy fe,
de los tigres que te habitan desgarrando
esos pueblos vacíos de tu mirada.
Indio turbio, endurecido,
ser de extraña arquitectura,
de donde vengan tus andanzas
renacerán los pájaros flagelados,
la música,
la danza,
el tentáculo verde del amor
y estas ansias de treparnos
a los vértices perdidos de las estrellas.
Madurado de peces fugitivos
tu corazón estalla en alboradas
frutal y ansioso,
embriagado de cuasares y distancias.
Yo sé que se hace tarde
y le llueven a tus hijos
todos los soles y las lunas;
que los siglos languidecen
y que los puñales de tu llanto
viajaron hacia el tiempo lento
de los lapachos celestiales.
Y sé,
Indio de mi tierra
de tu dolor inquieto,
infinito y solo,
hecho amor de pasionaria".
("Viaje de luz y sombras" - Ramón Alberto Cajal.)