La vieja estación
no está muerta.
Las vías callan
el secreto de sus rieles.
Alguien habrá dormido
su noche de terraplén.
Debieron llevarse los vagones
uno a uno,
furtivamente,
hasta dejar yermos los andenes.
Pudo ser un pueblo fantasma,
como tantos.
Pudo quedar bajo tierra,
desierto mineral sin vida,
durmiente sin amancer.
sin regreso.
Llegaron los feriantes
y con ellos, los collares,
las runas, las kalimbas.
Los pañuelos y los colores
en forma de arabescos.
Imagino el invierno
cayendo blanco entre las vigas.
A lo lejos, un silbido.
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