En "La vida de Irène Némirovsky", Olivier Philipponnat y Patrick Lienhardt, sus biógrafos, descartan cualquier supuesto sesgo de ambivalencia respecto de la cuestión judía en la obra de la escritora.
En epílogo de la edición en castellano de “El maestro de Almas” de Irène Némirovsky (Ed. salamandra, 2009), Phillipponat y Lienhardt, se refieren a también a este asunto.
El héroe de "El Maestro de almas", Darío Asfar “parece remitir a la figura universal de ahsverus, el judío errante, personaje clave del imaginario novelesco de entreguerras”, dicen sus comentaristas.
En la novela, Darío Asfar es un depredador, “condenado a ser un sinvergüenza” y un “charlatán”, un hombre que sólo parece tener una aspiración: triunfar en la sociedad parisina. Lo mismo que sucede con David Golder, personaje de la novela que lleva su nombre.
Mientras el médico Darío Asfar procura ganarse el respeto de una sociedad que le da la espalda y el pan para su familia; Golder acumula riquezas para satisfacer las ansias de ambición de su mujer, Gloria, y colmar la insatisfacción de su hija, Joyce.
Asfar puede ser visto como una caricatura del “extranjero mal vestido” y peor afeitado”. Como alguien culpable de tener mala pinta, diríamos hoy”, advierten Phillipponat y Lienhardt.
"Irène Némirovsky, desde el primer libro que escribió, tuvo algo urgente que decir, intuyó, tal vez, que la muerte la alcanzaría en pleno arranque de su madurez literaria. escribía con soltura, desparpajo y agudo sentido crítico sobre sí misma y sobre su familia de judíos enormemente ricos, con apetencia social”, afirma.
Ahora bien, “sus personajes judíos parecen participar, a veces, de los caracteres prototípicos con que los pintaría una mirada antisemita”, observa Iparraguire
sin dejar aún sanjada la cuestión. “Por otro lado –prosigue - Némirovsky se siente parte de una larga y conmovedora tradición y orgullosa de ser judía”.
Y aquí está, a mi juicio, lo que define la elección de Némirovsky en cuanto a temas y construcción de personajes: “el punto central de su discordia, donde la cuestión de raza no interviene, es con el judío burgués, para quien el amor al dinero ha pasado a ocupar el lugar de cualquier otro sentimiento, personaje que pinta en su primera novela David Golder. lejos de huir de este conflicto, Némirovsky lo instala en el centro de su literatura”.
Punto de vista
Volvemos al tópico del cristal con que se mira. “fueron los lectores de "David Golder" los que lo volvieron sospechoso”, señalan los biógrafos.
Respecto de "El Maestro de almas", se preguntan: “¿Hasta que punto ignoraba Irène Némirovsky la amenaza antisemita” para trazar los rasgos de Darío Asfar con frases tales como “joven levantino de los tugurios”, “ extranjero de tez amarillenta y ojos febriles”.
¿Se trata de una negación de su origen? no, responden. Y, de manera contundente, citan la voz de Irène Némirovsky: “Nunca se me ha ocurrido ocultar mis orígenes. Siempre que he tenido ocasión he proclamado que soy judía”.
Tan consciente es Némirovsky del tiempo que le toca vivir que "El Maestro de almas", inicialmente, se iba a llamar “Le juif”. Sin embargo, ella no quiere prestarse a confusiones: “en mi temor se mezclan consideraciones extraliterarias”.
Sabe que la novela se desarrolla en los años treinta, años de fermento xenófobo y antisemita.
No es su intención el menoscabo. Además, su obra es una unidad. En ella describió ambientes disímiles y ahondó la cuestión del comportamiento humano desde diversos ángulos.
¿De qué habla Némirovsky?
Habla del exilio, de lo que significa dejar la patria. ¿Algún sentimiento más profundo que éste horada el alma de Tatiana Ivávnona en “Las moscas de otoño"?
Némirovsky vuelve sobre este tema de manera oblicua en El baile que también habla de la vanidad y la necesidad de aprobación. Y habla de los gozos y las sombras de hombres y mujeres en "El niño prodigio", de la exclusión primera de Ismael, de las veleidades de la princesa que lo adopta.
¿Acaso en "Ardor en la sangre" desprecia la vida provinciana francesa ó es simplemente el escenario en que se mueven los hilos del silencio y la complicidad de una sociedad hipócrita?
Me atrevo a afirmar con sus biógrafos que “Golder y Asfar rebosan humanidad, sufrimiento y belleza”
¿No es "El Maestro de almas" la sátira del “desprecio burgués”, de esa Francia hospitalaria que ya no es la madre de los huérfanos de la tierra?”, puntualizan Phillipponat y Lienhardt.
Ingenuidad, no. Aún así, no calla. Ni siquiera los presuntos defectos o debilidades de su raza.
“Como todos los judíos, él se sentía más vivamente, más dolorosamente escandalizado que un cristiano por defectos específicamente judíos”, transcribe Sylvia Iparraguirre de "Los perros y los lobos" (1940).
“Cuando muere en Auschwitz en 1942, a los 39 años, Irène Némirovsky ya sabía las dimensiones del desastre. en 1939, (…) busca refugio en Issy-l’Évêque, el pueblito de la nodriza de sus hijas. … hasta allí llegaron a buscarla los gendarmes del mariscal Pétain; dos meses más tarde, estaba muerta. Lo mismo ocurriría luego con Michel Epstein, su marido.
Dos días antes del arresto, Irène escribía (…) “¡Dios mío! ¿Qué me hace este país? ya que me rechaza, considerémoslo fríamente, observémoslo mientras pierde el honor y la vida”. “He perdido la estilográfica. Pero tengo otras preocupaciones, como la amenaza del campo de concentración y el status de los judíos”.
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