Serie Ventanas y afines II - Windows and so - part II




“Después de haber relatado aquí unos recuerdos más o menos inconexos, quisiera consignar el de un milagro más o menos trivial, del que uno no se da cuenta hasta después de que ha pasado: el descubrimiento de la lectura.
El día en que los veintiséis signos del alfabeto dejan de ser trazos incomprensibles, ni siquiera bonitos, en fila sobre un fondo blanco, arbitrariamente agrupados y cada uno de los cuales constituye, en lo sucesivo, una puerta de entrada a otros siglos, otros países, a una multitud de seres más numerosos de los que veremos en toda nuestra vida, a veces una idea que cambiará las nuestras, a una noción que nos hará un poco mejores, o al menos, un poco menos ignorantes que ayer.”
 (“El laberinto del mundo. “¿Qué? La eternidad”, Marguerite Yourcenar).





"Mi habitación no es una cama, ni aquí, ni en París, ni en Trouville. Es una ventana determinada, una mesa determinada, ritos de tinta negra, huellas de tinta negra inencontrables, es una silla determinada" (“Escribir”, Marguerite Duras, 1993.)








"La soledad no se encuentra, se hace. La soledad se hace sola. Porque decidí que era allí donde debía estar sola, donde estaría sola para escribir libros. Sucedió así. Estaba sola en casa. Me encerré en ella, también tenía miedo, claro. Y luego la amé. La casa, esta casa, se convirtió en la casa de la escritura". (“Escribir”, Marguerite Duras, 1993.).


“Emerson dijo que una biblioteca es un gabinete mágico en el que hay muchos espíritus hechizados. Despiertan cuando los llamamos; mientras no abrimos un libro, ese libro, literalmente, geométricamente, es un volumen, una cosa entre las cosas. Cuando lo abrimos, cuando el libro da con su lector, ocurre el hecho estético. Y aun para el mismo lector el mismo libro cambia, cabe agregar, ya que cambiamos, ya que somos (para volver a mi cita predilecta) el río de Heráclito, quien dijo que el hombre de ayer no es el hombre de hoy y el de hoy no será el de mañana. Cambiamos incesantemente y es dable afirmar que cada lectura de un libro, que cada relectura, cada recuerdo de esa relectura, renuevan el texto. También el texto es el cambiante río de Heráclito”. (Borges, Siete noches”).




"¿Nunca os ha sucedido, leyendo un libro, que os habéis ido parando continuamente a lo largo de la lectura,
y no por desinterés, sino al contrario, a causa de una gran afluencia de ideas, de excitaciones, de asociaciones? En una palabra, ¿ no os ha pasado nunca eso de leer levantando la cabeza?" ("El susurro del lenguaje", Roland Barthes.)





"No puede escribir sin la fuerza del cuerpo. Para abordar la escritura hay que ser más fuerte que uno mismo, hay que ser más fuerte que lo que se escribe". (“Escribir”, Marguerite Duras, 1993).








"Texto quiere decir Tejido, pero si hasta aquí se ha tomado este tejido como un producto, un velo detrás del cual se encuentra más o menos oculto el sentido (la verdad), nosotros acentuamos ahora la idea generativa de que el texto se hace, se trabaja a través de un entrelazado perpetuo; perdido en ese tejido –esa textura– el sujeto se deshace en él como una araña que se disuelve en las segregaciones constructivas de su tela. Si amásemos los neologismos podríamos definir la teoría del texto como una hifologia (hifos: es el tejido y la tela de la araña)" . (- "El placer del texto" - Roland Barthes.)





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios