Mundo Fabril, la mirada de un dramaturgo y otras perspectivas

TEATRO - Mundo Fabril - Escrita y dirigida por Román Podolsky


Mundo Fabril es un fresco en movimiento del mundo del trabajo y la alienación. Es también la representación del universo de quienes le dan vida y la buscan por fuera de esas fronteras.

Si bien los actores en escena no ejecutan “tareas fabriles”, sí muestran el ciclo de la producción: la automatización, el ritmo a contrareloj, el contrasentido de una actividad que, frenética, descompone a la vez al hombre y a la máquina y los confunde.
En ese pequeño cosmos, aparecen los rostros que reclaman por un mejor salario, por que se minimicen los perjuicios de un trabajo muchas veces riesgoso, por que se arregle la maquinaria antigua pero perdurable, como ellos mismos. Porque de lo que se trata es de saber mirar y tratar. A las máquinas, igual que a los obreros y obreras, hay que saber hablarles, escucharlos, atender.


Cada uno de los personajes, a la manera de los testimonios frente a cámara en el cine documental, va contando su historia. Pequeña y por eso, viva.
La primera en presentarse es una operaria que se esfuerza, vanamente, en hablar sobre un micoremprendimiento que, parece, mantiene en pie sus deseos por fuera de sus quehaceres cotidianos. Sin embargo, jamás llega a contar de qué se trata su proyecto. Es que en verdad, más allá del automatismo de la labor que le toca en suerte, su historia está ligada a la fábrica. La historia de su familia, la de su país, la del peronismo de su padre y su abuelo. La del antiperonismo de su madre. En narrar pierde el hilo el personaje y gana la obra. Porque en este discurso, como en los de sus compañeros, se teje el contexto, se cuenta lo que simula darse por descontando, se pone blanco sobre negro el marco socio-cultural e histórico en el que se sitúa la acción.
A eso se suma, la poética de la palabra, que fragmentada y muy apoyada en el trabajo corporal, descubre, por ejemplo, los lazos de pertenencia que unen a los obreros con el lugar. Casi todos vienen de familias que han trabajado en fábricas, saben de qué se trata, cómo es la lucha, cuáles los derechos que por los que deben pelear.
En vano, protesta una de las operarias porque no la escuchan, no le dan el cambio de horario que le permitiría ayudar a su hermano que quiere progresar y estudia veterinaria.
Y otro tanto sucede con una viuda que resume en dos o tres líneas que perdió a su esposo, mutilado y muerto en un accidente laboral, y que pide una pensión u otro marido.
El humor, bien dosificado, sirve para balancear historias como áquella o la de la joven que quiere ser cantante y entona un bolero en el que se mezclan la necesidad de caricias y la adicción.
Uno a uno, alternativamente, los actores se acercan al público y se muestran. Tenemos allí al delegado, cuya lucha por los derechos de sus compañeros no se traduce más que en una escucha pasiva. En otra escena, a una joven que fue empleada en otro tiempo en una fábrica de alfajores y a la que le gusta pensar que una noche, lejos de su lugar de trabajo, en algún lugar de Buenos Aires, comió uno hecho por sus propias manos. Y el relato, nos acerca una vez más, una mirada a escala humana.
Y en medio de esto, sucede la jornada laboral. Un tric-trac, un trajín, un moverse de paneles grises que van y vienen como sus zapatos cansinos porque son piezas de un sistema de producción que no para. O sólo se detiene cuando se descompone.



A través de coreografías, magníficamente diseñadas y dirigidas por Mayra Bonard, los actores se mueven al compás de la ajustada música compuesta por Federico Marrale. La danza y la música la escenografía de Alejandra Polito y los textos de Román Podolsky también funcionan para mostrar la otra cara de este mundo fabril. La intención es sumar recursos para narrar la puesta en marcha del mecanismo repetido, sincronizado e indetenible de la producción.
De la mano del baile se produce el encuentro entre la obrera que quiere cambiar el turno y el muchacho que maneja el montacargas. De la mano del contacto físico, el vínculo entre una masoterapeuta y un obrero a punto de desmembrarse. De la mano de los elementos de limpieza y del agua que cae al suelo, se ve a la única tercerizada del establecimiento, que es parte del todo, como los otros.
De la mano del cuerpo, aparecen las personas, justo en el momento en el que se acaba la jornada y comienzan a ser ellos mismos: ellas que se sueltan el pelo, ellos que quieren salir.
En escena hay trabajo: el del autor y director Román Podolsky, que ha escrito la obra a la usanza de lo que se denomina dramaturgia en la actualidad, con el aporte de lo que generan los intérpretes; el de los actores, a los que se ve como un equipo integrado, el de vestuario, sutilmente elegido, el de la coreógrafa y el músico, el de la escenografía y la iluminación pensadas con buen criterio.


Autor y director: Román Podolsky
Actores: Patrizia Alonso, Valeria Borges, Ramiro Echevarria, Hernán Herrera, Max Mirelmann, rodolfo perez, Diego Rinaldi, Leticia Torres, Magdalena Usandivaras, Lorena Viterbo, Claudia Zima
Escenografía y vestuario: Alejandra Polito
Música: Federico Marrale
Diseño de iluminación: Matías Sendón
Asistencia de dirección y fotos: Juan Borraspardo
Prensa: Walter Duche, Alejandro Zarate
Producción ejecutiva: Lisandro Colaberardino
Dirección coreográfica y colaboración creativa: Mayra Bonard
Teatro del Abasto (Humahuaca 3549) - Funciones: Lunes 21 hs 

Después de la función


Resulta inevitable no asociar el tema de la obra a otras expresiones artísticas que abordan, desde ángulos muy diversos,,  el tema de la producción, la vida en las fábricas, su cierre, su rescate, y hasta su transformación en espacios destinados a otras funciones.
Si pudiéramos salir del teatro con una cámara, tal vez captaríamos la escena de " La sortie des ouvriers" tomada por los hermanos Lumière en 1895.




Y cada uno con su imaginación podría completar el mapa de la vida de cada uno de ellos.
No puedo escapar a la tentación de nombrar "Tiempos modernos", aquel largometraje dirigido, escrito y protagonizado en 1936 por Charles Chaplin.
Algunos movimientos coreográficos de Mundo fabril bien pudieron haberse inspirado en este retrato de la industrialización y la producción en cadena.



Otros enfoques
En Argentina, en 2000, se conoció el documental “Rerum Novarum” dirigido por Nicolás Batlle, Fernando Molnary Sebastián Schindel.
Muchos lo conocen pues cuenta la historia de una banda nacida en la década del 40 y cuyo nombre da título a la película.



Pero la película narra también la historia de Flandria, la fábrica textil de esa localidad lindera a Luján que dio origen a la banda. En esa empresa que fundara el belga Julio Steverlynk, los trabajadores se sentían a gusto, por el trato, el salario que recibían, por el sentido de pertenencia que los ligaba al trabajo y a la comunidad.



La experiencia de la alienación
Literatura

Sin duda, están en las antípodas las experiencias de las que hablan dos notables escritoras contemporáneas. Por un lado, la rumana Herta Müller, emigrada en 1987 a Alemania, refiere al mundo fabril en su novela “La piel del zorro”.
La acción transcurre en época de del régimen comunista de Nicolae Ceauşescu. La átmosfera es densa, oscura. Trabajo y delación, trabajo y humillación. Trabajo y asfixia.
Una situación que Müller vivió en carne propia pues entre 1977 y 1979 trabajó como traductora en una fábrica de maquinaria de donde la despidieron proque se negó a cooperar con la policía secreta y actuar como informante.

Por otro, Agota Kristof, francófona nacida en Hungría y exiliada en Suiza, en su novela “Ayer” nos introduce en el universo de una fábrica en la que el protagonista no encuentra sentido y de la que “logra escapar” porque establece un vínculo amoroso con una compañera. Kristof trabajó en una fábrica de relojes fuera de su país de origen, donde todo le era ajeno, incluso el idioma.
Las circunstancias históricas de Mundo fabril no están emparentadas con conflictos vinculados a la desocupación.
Sí hay registro de esto en otras manifestaciones artísticas que narran hechos que transcurren en los 90 y se refieren a esta pérdida – no sólo en la Argentina sino en el mundo – de miles de puestos de trabajo en fábricas y empresas.
Basta con recordar la película inglesa Fooll Monty (1997), cuyo argumento giraba en torno del cierre de la fábrica de acero en Yorkshire y sus consecuencias sociales. La mayor parte de los hombres del pueblo se quedaban sin trabajo y ante la desesperación por conseguir sustento para ellos y sus familias, armaban un espectáculo de strip-tease que protagonizaban los mismos desocupados.
En nuestro país, a la crisis de los noventa se sumó la del 2000. Luego comenzaría un movimiento de recuperación de las fábricas que ha tenido un amplio correlato en el terreno documental y del que dejamos apenas una muestra, porque hay y muchísimas.
En estas películas o programas de TV, el enfoque está puesto en origen de la pérdida de una línea de producción, sus devastadores efectos y las distintas alternativas o caminos elegidos para luchar por la recuperación de las fuentes laborales.



También, el documental de Michael Moore “Roger & Me” exhibe un discurso político marcado. El director apunta a Roger B. Smith, presidente de General Motors, en el marco de las consecuencias que trajo el cierre de una planta de esa empresa automotriz en los EE.UU.

Por último, quiero mencionar dos ejemplos en los que establecimientos industriales fueron transformados o recuperados para su utilización como centros culturales. Uno es el Centro Cultural Konex, que funciona en edificio construido en la década de 1920 y que funcionó hasta 1992 como fábrica y depósito de aceites. El otro, la fábrica que se convirtió en teatro. Ubicada en Querandíes 4290, es una sala que pertenece a la cooperativa de los obreros de IMPA y tiene capacidad para 50 espectadores.  Aunque hoy está en peligro.