No cabe adentro


ORILLAS

Afuera ladra un perro

a una sombra, a su eco
o a la luna
para hacer menos cruel la distancia.
Siempre es para huir que cerramos
una puerta,
es desierto la desnudez que no es promesa
la lejanía
de estar cerca sin tocarse
como bordes de la misma herida.
Adentro no cabe adentro,
no son mis ojos
los que pueden mirarme a los ojos,
son siempre los labios de otro
los que me anuncian mi nombre.

Hugo Mujica - Argentina

Nombres y reflejos



                            Dijo mi nombre 
                                  y lo sosuvo en su mano.

Clay Donovan




Yo me animo al amor con los ojos abiertos


Yo muero todavía


Te lo digo, te lo digo, tienes que creerlo, nos estamos

volviendo esta cosa increíble que es el amor, un brazo es un abrazo, las estrellas más se internan descalzando floras, tus
enanos muertos que pisabas ayer tarde, el agua, las aguas
aquellas que miramos con un oído atento hacia las caras, sin saberlo, sin saberlo.



El viaje largo presentido, larguísimo callado, la casa por la copa de los álamos, el lado de sombra de tus ríos, la pandorga alta queridísima entregada con una mano, aquella palabra que llegó una tarde a pasar la vida con nosotros.








Encendido por el viento, ningún manantial pisa la tierra,

el amor había nomás que darlo todo, si no ¿quién habría de
quedarse en casa cuando ya todos nos hayamos ido?, invier-
no de aquel año en qué moríamos de niños, nada cesa pero
el amor no cesa, ¡qué mineral cuánta greda en un fantasma!



Yo sé, tienes que creerlo, yo muero todavía, ya me animo al amor con los ojos abiertos, yo lindo todavía, alambrada mía, río de sonda que me paras en dos patas de conseja camino hacia tus bocas, dame de esas lámparas que pasan, de esas estelas que se apagan al hallarse, llévame para siempre conmigo fuera mío, no dejes que yo entre más en tantas casas sin hallarte, los mil dedos por noche de mis manos, laberinto que no extravías al que abre la boca sin su gritomudo, escucha, no escuches a las alas que no coinciden alcerrarse, nos estará, sí, ya gozando la inolvidable muerte. 


Arnaldo Calveyra, de "Cartas para que la alegría - Cartas- Iguana, Iguana".