Donde el sol mata las preguntas


Marta (agitada):
 ¡Ah, madre! Cuando (…) podamos irnos de esta tierra sin horizonte, cuando dejemos atrás esta casa y esta cuidad lluviosa y olvidemos este país de sombra, el día en que por fin estemos frente al mar, con el que tanto he soñado, ese día me verá sonreír.
(…) Madre, ¿es cierto que allá la arena quema los pies?







La Madre: Tampoco la conozco, tú lo sabes. Pero me han dicho que el sol lo devora todo.
Marta: Leí en un libro que el sol se come hasta las almas y hace resplandecer los cuerpos, pero los vacía por dentro.
La Madre: Y eso, Marta, ¿te hace soñar?
Marta: Sí, porque estoy harta de cargar siempre con mi alma y tengo prisa por llegar a ese país donde el sol mata las preguntas. No es ésta mi patria.

La Madre: Pero antes, tenemos mucho que hacer. Si todo marcha bien, iré contigo. Pero yo no tendré la impresión de que voy a mi patria. A cierta edad no hay patria donde sea posible el reposo, y ya es mucho haber podido construir esta casa, amueblada con recuerdos donde a veces una cree dormirse. Pero te aseguro que allá encontraremos sueño y olvido.
Fragmento de "El malentendido" de Albert Camus (1944)

La vocación

NINA.- ¿Por qué decía usted que besaba la tierra por donde he pisado?... ¡Lo que se debería hacer conmigo es matarme!... (Inclinándose sobre la mesa.) ¡Estoy tan cansada!... ¡Qué bueno sería descansar!... ¡Descansar!... (Levantando la cabeza.) Soy una gaviota... No..., no es eso... ¡Soy una artista! (Se oyen las risas de ARKADINA y TRIGORIN. NINA escucha primero, corre luego a la puerta de la izquierda y mira por la cerradura.) ¡También él está aquí!... (Volviéndose hacia TREPLEV.) 
No es nada... ¡Sí!... 













¡El no tenía fe en el teatro!... ¡Se reía de mis sueños!... ¡Yo también, poco a poco,  dejé de creer en él y mi ánimo fue decayendo!... ¡A esto se unía la inquietud amorosa..., los celos..., un eterno temor por el pequeño!... ¡Me volví mezquina..., nula!... ¡No daba un sentido a mis papeles, no sabía que hacer con mis manos ni tenerme en escena!... ¡Tampoco era dueña de mi voz!... ¡Usted no sabe lo que es tener conciencia de que se ejecuta un papel terriblemente mal!... ¡Soy una gaviota!... ¡No..., no es eso!... 

Un día..., ¿lo recuerda?..., mató usted una... «¡El azar llevó allí a un hombre!... ¡El hombre vio a la gaviota y la mató por hacer algo!»... ¡Argumento para una novela corta!... No es eso... (Se frota la frente con la mano.) 
¿De qué estaba hablando?... ¡Ah, sí!... Hablaba de la escena... ¡Ahora soy otra!... ¡Ahora soy una verdadera artista!... ¡Represento mis papeles 
con fruición..., con entusiasmo!... 


¡Se apodera de mí como una embriaguez en el escenario, y me reconozco a mí misma maravillosa!... 
¡Aquí ando..., ando incesantemente y, mientras ando y pienso, siento cómo crecen de día en día las fuerzas de mi alma!...
¡Ahora, Kostia, sé y comprendo que en nuestras profesiones - tanto escribiendo como representando- lo principal no es la gloria, ni el brillo, ni la realización de los sueños!...
¡Lo principal es saber sufrir!... ¡Lleva tu cruz y ten fe!... ¡Yo la tengo, y por eso mi sufrimiento es menor!... Y cuando pienso en mi vocación, no temo a la vida.

Fragmento de “La gaviota”, Comedia de Antón Chejov en cuatro actos. (1895). Acto cuarto, Escena III.