En lo que siempre creí



Lanzar la red, una y otra vez. Con paciencia de pescador . En silencio. Lanzar la red y comprender, al fin, que el mundo es ancho y no siempre ajeno. A menudo nos devuelve su rostro más festivo y amoroso. 
Gestos simples, delicados, verdaderos.
Encontar la alegría de la mano de unos ojos que saben mirar: hablan, descubren, reconocen.

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