Recordando a Susan Sontag

No sé por qué hoy recordé a Susan Sontag. Su coraje.
En plena guerra, en la ex Yugoslavia, se atrevió a poner en escena una versión de "Esperando a Godot" de Samuel Beckett.
El diario El País de España publicó en agosto de 1993 un artículo de fondo que quisiera reproducir en parte. Dice lo que quiero expresar, pero mejor.
"Leo en el periódico que Susan Sontag acaba de estrenar en Sarajevo una nueva versión de "Esperando a Godot.
“Sé que a Beckett le hubiera complacido su elección de la ciudad Bosnia para representar su obra: Godot tampoco llega a Sarajevo. Pero ella sí”. (…)
“Mientras los gobiernos occidentales se debatían entre su temor a intervenir y su mala conciencia al no hacerlo, Susan Sontag no ha vacilado en desafiar la escasez de agua y alimentos, la siniestra puntería de los francotiradores, la metralla de mortero. Gracias a Susan Sontag, los ciudadanos de Sarajevo han visto que la solidaridad internacional no se limita a los cascos azules y a distantes muestras de indignación; algunos de ellos incluso han podido acudir al teatro y liberarse, al menos momentáneamente, de la guerra”. (…)
“Sontag y todo su equipo de artistas y actores bosnios han indicado a sus colegas de occidente, con su generoso gesto, uno de los caminos para escapar de la apatía, el silencio y el miedo mostrado por muchos de nuestros intelectuales y artistas: la acción. porque la acción a escala reducida, a la medida de las posibilidades técnicas de cada uno, puede ser un modo de ir más allá del hasta ahora estéril debate intelectual en torno a la crisis de valores posterior a la guerra fría”. (….)
“Siempre habrá Sarajevos donde esperen, en vano, a Godot. Pero acaso en el futuro, y como ya sucedió en la guerra civil española, otros intelectuales seguirán su ejemplo y no vacilarán en mostrar a sus cínicos gobiernos, que todavía vale la pena arriesgar la vida por unos ideales”.



Primer acto de Esperando a Godot.
ACTO PRIMERO

Camino en un descampado, con árbol. Atardecer.


ESTRAGÓN, sentado en el suelo, trata de descalzarse con ambas manos. Se detiene, agotado; descansa,
jadeando; vuelve a empezar.
Igual juego. Entra VLADIMIRO


ESTRAGÓN. – (Renunciando nuevamente.) No hay nada que hacer.
VLADIMIRO. – (Acercándose a pasos cortos y rígidos, separadas las piernas.) Empiezo a creerlo.
(Queda inmóvil) Durante mucho tiempo me he resistido a creerlo, diciéndome “Vladimiro, sé razonable; aún
no lo has intentado todo” Y reemprendía la lucha. (Se reconcentra, pensando en la lucha. A ESTRAGÓN)
¿Así que otra vez ahí?
ESTRAGÓN.¿Te parece?
VLADIMIRO. – Me alegra volver a verte. Creía que te habías ido para siempre.
ESTRAGÓN. – Y yo.
VLADIMIRO. - ¿Cómo celebraremos este encuentro? (Reflexiona) Ven que te bese. (Tiende la mano a ESTRAGÓN)
ESTRAGÓN. –(Irritado) Luego, luego.
(SILENCIO)
VLADIMIRO. –(Molesto, fríamente.) ¿Puede saberse dónde ha pasado la noche el señor?
ESTRAGÓN. –En la cuneta.
VLADIMIRO. – (Sorprendido) ¿Dónde?
ESTRAGÓN. –(Inmutable.) Por ahí.
VLADIMIRO. – ¿Y no te han sacudido?
ESTRAGÓN. –Sí..., no mucho.
VLADIMIRO. – ¿Los de siempre?
ESTRAGÓN. –¿Los de siempre? No lo sé.
(SILENCIO)
VLADIMIRO. –Cuando pienso..., desde siempre... me pregunto qué habría sido de ti... sin mí...  (Con decisión.) Sin duda, no serías ahora más que un montón de huesos.
ESTRAGÓN.-(Herido en lo vivo.) ¿Y qué más?
VLADIMIRO.(Anonadado.) Es demasiado para un hombre solo. (Pausa.. Vivazmente.) Por otra  parte, ¿por qué desanimarse en este momento? Es lo que yo me pregunto. Hubiera sido necesario pensarlo hace una eternidad, hacia mil novecientos.
ESTRAGÓN. -Basta. Ayúdame a quitar esta porquería.
VLADIMIRO. -Juntos, hubiéramos sido los primeros en arrojarnos desde la torre Eiffel. Entonces sí  que lo pasábamos bien. Ahora ya es demasiado tarde. Ni siquiera nos dejarían subir. (ESTRAGÓN vuelve a su calzado.) ¿Qué haces?
ESTRAGÓN.-Me descalzo. ¿No lo has hecho tú nunca?
VLADIMIRO.-Hace tiempo que te digo que es necesario descalzarse todos los días. Más te vendría escucharme.
ESTRAGÓN.-(Débilmente.) ¡ Ayúdame!
VLADIMIRO.- ¿Te encuentras mal?
ESTRAGÓN. -¡Mal! ¡Me preguntas si me encuentro mal!
VLADIMIRO.~(Acalorado.) ¡Tú eres el único que sufre! Yo no importo. Sin embargo, me gustaría verte en mi lugar. Ya me lo dirías.
ESTRAGÓN.-¿Has estado malo?
VLADIMIRO.-¡ Malo! ¡ Me preguntas si he estado malo!
ESTRAGÓN.-(Señalando con el índice.) Eso no es una razón para que no te abroches.
VLADIMIRO.-(Inclinándose.) Es verdad. (Se abrocha.) No hay que descuidarse en los pequeños detalles.
ESTRAGÓN.-¿Qué quieres que te diga? Siempre esperas a última hora.
VLADIMIRO. –(Ensoñadoramente.) A última hora... (Medita.) Tardará; pero valdrá la pena. ¿Quién decía esto?
ESTRAGÓN.-¿No quieres ayudarme?
VLADIMIRO.-A veces me digo que, a pesar de todo, llegará. Entonces todo me parece extraño. (Se
quita el sombrero, mira dentro, pasa la mano por el interior, lo agita y vuelve a ponérselo.) ¿Cómo lo diría?
Aliviado y, al mismo tiempo..., (Busca.) espantado. (Con énfasis.) Espantado! (Se quita otra vez el sombrero y vuelve a mirar en el interior.) ¡Lo que faltaba! (Golpea encima como que caiga algo, mira nuevamente al interior y vuelve ponérselo.) Así que...
ESTRAGÓN.-¿Qué? (A costa de un esfuerzo su consigue sacarse el zapato. Mira dentro, mete la mano, la saca, sacude el zapato, mira por el suelo por si ha caído algo; no encuentra nada, vuelve a pasar la mano zapato, mirando vagamente.) Nada.
VLADIMIRO.~Déjame ver.
ESTRAGÓN.-No hay nada que ver.
VLADIMIRO.~Trata de ponértelo.
ESTRAGÓN.~(Tras examinar su pie.) Voy a dejarle que se oree un poco.
VLADIMIRO. -He ahí un hombre de una pieza que la toma con su calzado cuando la culpa la tiene
el pie. (Vuelve a quitarse el sombrero, mira e! interior pasa la mano, lo sacude, golpea encima, sopla dentro,
vuelve a ponérselo.) Esto empieza a ser inquietante. (Silencio. ESTRAGÓN mueve el pie, separando los
dedos para que circule mejor el aire.) Uno de los ladrones se salvó. (Pausa.) Es una proporción aceptable.
(Pausa.) Gogo...
ESTRAGÓN.~¿Qué?
VLADIMIRO. –¿Y si nos arrepintiéramos?
ESTRAGÓN. –¿Y de qué?
VLADIMIRO. – Pues... (Titubeando.) No hace falta entrar en detalles.
ESTRAGÓN.~¿De haber nacido?
(VLADIMIRO Comienza a reírse a mandíbula batiente, pero inmediatamente se contiene, llevándose la mano a la entrepierna Con gesto impaciente.)
VLADIMIRO.~Ni siquiera nos atrevemos a reír.
ESTRAGÓN.~ Vaya privación!
VLADIMIRO.~Sonreír solamente. (Cuaja en su rostro una suprema sonrisa, que tras un momento se extingue súbitamente.) No es lo mismo. Bueno... (Pausa) Gogo...
ESTRAGÓN.~(Molesto.) ¿Qué pasa?
VLADIMIRO.~¿ Has leído la Biblia?
ESTRAGÓN. –La Biblia... Le he echado un vistazo, seguramente.
VLADIMIRO. – (Sorprendido) ¿En la escuela laica?
ESTRAGÓN. –Cualquiera sabe si lo era o no.
VLADIMIRO. – Debes confundirla con la prisión juvenil
ESTRAGÓN. –Quizá. Recuerdo los mapas de la Tierra Santa. En colores. Muy bonitos. El Mar

Muerto era azul pálido. Nada más mirarlo, me entra en sed. Pensaba: “Ahí iremos a pasar nuestra luna de
miel. Nos bañaremos. Seremos felices.”
VLADIMIRO. –Tenías que haber sido poeta.
ESTRAGÓN. –Lo he sido. (Señalando sus harapos.) ¿Es que no se nota?
(SILENCIO)
VLADIMIRO. – ¿Qué estaba diciendo?...¿Cómo sigue tu pie?
ESTRAGÓN. –Se está hinchando.
VLADIMIRO. – ¡Ah! Ya recuerdo: la historia de los ladrones. ¿Recuerdas?

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